La puesta en escena del discurso
del Rey por Navidad siempre es objeto de comentarios más allá de su contenido.
Su comparecencia televisiva ha sido siempre muy meditada por la propia Familia
Real y los altos directivos de la Casa de Su Majestad, así como de los
responsables de TVE encargados de grabar y distribuir la señal a todos los
medios de comunicación. Siempre se ha dicho que nada se deja a la improvisación
y que todo se estudia milimétricamente. No cabe la menor duda, que a lo largo
de 2012, la Casa de Su Majestad ha venido implantando un estilo mediático
diferente -con independencia de los ajustes de agenda necesarios- para llegar
de forma más rápida y cercana a los ciudadanos. Se viven tiempos complejos
donde todas las instituciones y políticos han perdido la casi total
credibilidad por su incapacidad para dar soluciones a una crisis feroz de la
que ya veremos cómo se sale. Si hay esa pérdida de confianza es obvio que la
Jefatura del Estado se vea salpicada del mismo "virus", perjudicada
además por el ya oficialmente reconocido "mal hacer" de Iñaki
Urdangarín y el desgraciado e inoportuno accidente del Rey.
Trabajar pues la recuperación de
esa credibilidad es la gran batalla que tienen por delante todas las
instituciones. Gobernantes, políticos en general, se afanan una y otra vez en
mostrarse eficaces, ahorradores y cercanos, lo que ha salpicado injustamente
para mal al Protocolo como concepto y profesión, al que se ha querido
culpabilizar en parte de la crisis. El descrédito ha llegado a otras capas
poderosas como la Justicia, cuyos jueces incluso han tenido que ir a
movilizaciones y huelgas para recordar que ellos sufren la crisis como nadie y
protestan por el "tasazo" en aras de una justicia universal y de
libre acceso, como si alguna vez les hubiera preocupado -excepciones puntuales
al margen- tal circunstancia. Los médicos también se han levantado en armas,
como si igualmente les importáramos algo. Los maestros lo mismo, policías,
servicios de la limpieza, trabajadores del transporte,etc. Todos esos afanes de
recuperación de prestigio o de reputación social, se estudia mucho cuando se
hacen acciones públicas, para que la protesta, por ejemplo, no sea valorada
negativamente por la Sociedad, sino que ésta sienta en su protesta que se están
defendiendo los intereses colectivos del Estado del Bienestar. Ese es un cambio
muy importante que se ha producido en este año. Tras las huelgas salvajes de
meses atrás del Metro de Madrid y de Iberia, los sindicatos y representantes de
los sectores han variado su estrategia con una finalidad: que la protesta es en
beneficio de todos.
Así las cosas, la Casa Real no
iba a quedar ajena a esta crisis de confianza general, de la que no se libra
ningún partido político español, gobierne o no. El Rey, con su equipo de
confianza, se vio en la necesidad de adaptar a esta realidad su tradicional
discurso -cuyo contenido no es objeto de este análisis-. Pero en mi modesta
opinión no ha sido tan radical como se piensa, aunque es evidente que después
de las tiernas escenas del Monarca, sentado en su sillón frente al Hogar, el árbol
navideño y el artístico belén, dirigirse a la Nación de pie y desde su despacho
supone un cambio mediático singular que ha sido muy resaltado por los líderes
de opinión (los serios y los otros).
He estado analizando los últimos
diez discursos reales y valorando comentarios de especialistas a lo largo de
esta semana. Si uno se para a pensar sensatamente el cambio escénico no es tan
importante. De un Rey hogareño sentado, hablando a los españoles a pocos
minutos de degustar la gamba o la sopa de turno, a un Monarca de pie, apoyado
sobre su mesa de despacho el día de Nochebuena, a la espera igualmente los
televidentes de hincar el cubierto en las muchas o cortas viandas que cada
familia haya podido disfrutar. Al margen de la postura -y sin entrar si
obedeció o no a su reciente operación de cadera- he seguido viendo las mismas
cosas: el "Misterio navideño" (propiedad de Patrimonio Nacional), el
árbol de navidad, y excesivas fotos entrañables de la Familia Real de fondo. La
composición gráfica de este año con los pequeños cambios introducidos me ha
gustado menos, quizá porque el entorno con ese cuadro ahí (Infante de Felipe de
Borbón, 1732, fundador de la dinastía de Borbón-Parma) me resulta distante. El
"desorden" calculado de la mesa y el excesivo número de fotos en la
estantería lateral me distrae demasiado y recarga la imagen innecesariamente.
Por otra parte, es curioso que la indumentaria del Monarca haya sido casi
idéntica en 2011 y 2012, traje azul y corbata verde. El cambio ha consistido
fundamentalmente en trasmitir una imagen afable de un Rey, postrado sobre la
mesa de trabajo y hablando en actitud más cercana.
Comparemos estas dos fotos de sendos discursos -hemos buscado una del pasado donde apareciera también la bandera de Europa- y que cada uno saque sus conclusiones.
Lo mediático se ha impuesto al Alto
Protocolo en este aspecto. El Rey español ha tenido que recurrir a gestos o
detalles que han sido valorados de forma desigual. No ha pasado desapercibido
el ejemplar usado de la Constitución, por ejemplo. Pero los medios apenas han
valorado la presencia de la bandera de Europa, ésta última sólo utilizada en La
Zarzuela para esta ocasión cuando España presidía la UE o lo haría el semestre
siguiente. No es un detalle intrascendente, tiene mucha lectura doméstica y
también más allá de los pirineos. El Protocolo también habla.
Han sido inevitables las
comparativas del mensaje de nuestro Rey con el de otros monarcas, especialmente
con la Soberana británica, que ha grabado en 3D, un salto simbólico ya que muy
pocos ciudadanos de su Reino disponen del aparataje necesario para seguirlo en
ese formato. Pero lo han vendido como una innovación. Si eso lo hacemos en
España las críticas hubieran sido feroces en tiempos de escaseces. Viendo los
videos de uno y otros, la puesta de escena final me ha gustado más la
británica, despojada de todo recurso escenográfico que la propia decoración
navideña, para que la fuerza de su discurso se centrara solo en la persona.
Pero no es menos cierto que Isabel II sigue siendo distante, frente a un don
Juan Carlos que pese al poco hospitalario entorno en el que se grabó muestra
una actitud de mayor proximidad.
Me ha hecho gracia que en ambos
casos las televisiones responsables de la grabación hayan hecho en expresión
inglesa su propio Making Of, y por lo que hemos apreciado los recursos
británicos han sido más potentes que los españoles. Dejo los enlaces:
No soy experto en Imagen y no
quiero ir más allá de mis simples opiniones. Me gustan los cambios, la
innovación, el protocolo de cercanía y de sobriedad, gestos que comuniquen,
protocolo que exprese sentimientos y mensajes. Somos conscientes que la
Comunicación (con mayúscula) se ha apoderado totalmente del Protocolo (también
con mayúscula). A lo largo de todo 2012 esta ha sido la máxima: comunicación
eficaz y próxima, frente a protocolos distantes. Una mala lectura de analistas
y políticos que siguen asociando el Protocolo a lo que no es y también, hemos
de ser autocríticos, a que algunos profesionales aún siguen teniendo una
concepción del Protocolo que la Sociedad ha superado. Estoy plenamente seguro
que de haber habido una mayor asociación entre ambos, desde el concepto nuevo
de lo que implica comunicar hoy verbal o no verbalmente, se hubiera sacado más
provecho de muchas cosas, tales como el propio discurso del Rey.
Al margen de ello, se ha
criticado -incluso periódicos influyentes lo recogían en titulares de portada-
la bajada de audiencia, 6.921.000 ciudadanos, 244.000 menos que en 2011. En
quince años se ha perdido una audiencia de más de dos millones de españoles. En
un país como el nuestro, con una crisis general como ésta y un porcentaje
elevadísimo de paro y problemas familiares y personales gravísimos, esos siete
millones hayan retrasado cinco minutos su cena para seguir las palabras del Monarca,
personalmente me parece una cifra que tiene más valor que la de la máxima
audiencia de 2.000, donde se superaron los nueve millones. No es comparable.
Es cierto que la Familia Real ha
vivido un año difícil, pues a su responsabilidad como nexo esperanzador de
todos los españoles se han unido circunstancias de familia cuyo salto a la opinión
pública ha hecho mucho daño. Pero hay que reconocer al mismo tiempo el gran
esfuerzo que está haciendo la Casa Real española para que desde su posición
constitucional sin competencias de gobierno, puedan al menos mostrarse cerca de
la realidad social española. La actividad ha sido muy alta a lo largo de este
año, y los príncipes de Asturias han sabido demostrar en estos cruciales
momentos que el relevo generacional está listo para cuando toque. Hay que
agradecer a la Familia Real y a la Casa de Su Majestad el esfuerzo por hacer
más transparente su institución, por actualizar sus canales de comunicación,
aparecer en las redes sociales y comparecer públicamente más próximos. Siguen
transmitiendo los Reyes y los Príncipes ternura y humanidad -además de la
firmeza necesaria en los asuntos de Estado-, y eso es precisamente lo que hemos
visto en el discurso del Rey, más allá de puestas en escena, fotos entrañables,
árboles o imágenes de la Virgen María con el niño Jesús y San José. Y además
traducido su texto a los idiomas oficiales de las comunidades autónomas y al
lenguaje de signos.
Pero está claro que la gran
Comunicación ha tomado el mando de las apariciones públicas de nuestros
mandatarios y representantes. Y los de Protocolo hemos de ser conscientes de
esta circunstancia. Debemos adaptarnos, y nos consta que muchos ya lo han hecho
o lo han iniciado. Estamos en ese gran equipo, pero debemos adaptar nuestras
reglas y técnicas a la ya imprescindible "Comunicación en vivo".